viernes, 21 de mayo de 2010

A Violeta.

Eres una niña, chiquita, y miro como accesas a la computadora, todos los textos, toda esa informacion que te nutre, sino te contamina, sino te deteriora, sino simplemente endurecera tu corazón.

Eres pequeña y de entre todos los temores que me envuelven siempre esta el de los acostumbrados peligros, el de los enemigos que puedo delimitarte, el de las cosas que puedo prohibirte y con todas mis fuerzas y mentiras alejarte para que no te cambien.

Pero nos surge un paradigma mas, este sucede cuando de mirar tu agilidad buscas y encuentras en la red infinita de personas, en la maraña de informacion y platicas y dices y te acercas y todas esas teclas que te pueden hacer bien, tambien, mi amada hija, te pueden hacer mal. Yo pudiera pensar en las niñas, en las mas inocentes y tiernas pequeñas que como aquella madre Eva, pudieran sentirse atraidas hacia la verdad, hacia la curiosidad, hacia la distincion del bien y del mal.

Hermosa, hija y amada niña, yo solo quiero que crezcas, que seas feliz, y que en mi carrera paralela a la tuya, solo pueda mantenerte con el tiempo necesario para todas las cosas.

Una noche oscura nos ensombrecio, una noche purpura nos quemo los ojos, cuando vimos que podiamos preguntar al oraculo todas las dudas y que luego de ese descubrimiento nos gustaba mejor estar como en un principio.