La habitación llena de juguetes, que apenas abro para verificar si algún ruido surge de ahí, un lloriqueo innecesario, una queja, un beso, una dulce y tierna palabra, una petición, una fragancia a flor.
La habitación con juguetes, que mientras la noche es aguda y trémula, yo resguardo y de continuo encuentro alta y tibia, mágica y espumosa, abro para encontrar un arcoiris constante, un campo de pequeñas esferas autónomas como planetas, un ponny, una nube blanca.
Alto hasta el cielo la risa y el llanto no lo contiene este cuarto de una casa pequeña perdida en un horizonte extraño.
Alta y con eco, no voy muy lejos, mi forma de mirar es a través de un corazón todo ocupado, restringido y muchas veces soñoliento.
Hay veces que el resguardo de este sitio me cuesta mas de un alma toda gastada y desoldada como la mía.
Pero al entrar soy un ser poderoso, mis limitaciones se vuelven brazos gigantes y mi pequeño y estrecho intelecto es avanzado porque puedo amar y soñar.
Hoy quiero quedarme aquí a dormir, este espacio alejado del bullicio, alto como andamio, como una aldea remota, donde se puede escuchar el ruido del agua que surge y emana y forma un gran río y se dirige al mar.