domingo, 27 de marzo de 2011

La Princesa

No tenia joyas, ni lujos, no hacia fiestas ni banquetes, no tenia fama, ni cortesanos, tampoco tenia pretendientes que quisieran rescatarla de este o aquel peligro. Ella preparaba el desayuno, ponía al fuego sus tortillas, hervía agua para el café, tendia la cama. Llegaba por el camino un viajero, harapos y desencantos en su rostro, oliendo a suciedad, cansado, llevaba en su capa el polvo de caminos insospechados. Cayó cercano a la puerta de la dama, tenía una herida de muerte, no, no le sangraba, que extraña herida, doliéndose el hombre miro salir a la muchacha, ella sonrió, como sonríe la virtud, como sonríe el sueño, como sonríe el árbol y la nube. El hombre le pidió a la chica agua, ella le ofreció además de comer, lo invito a pasar a su casa, las tortillas, el café. Él con su cara de dolor apenas podía beber, pero ella ofreció ayudarlo: -¿que le duele?, ¿que puedo hacer por usted? -nada señorita, me duele el amor, me duele el mundo, me duele el dolor. Ella no había visto a un personaje así, le pareció rara la sensacion pero sintió ganas de cuidarlo, a pesar de que él fuera extraño, fuereño y que estuviera enfermo. Las caricias y cuidados de la dama hicieron que el viajero se repusiera, a los pocos días él emprendía el camino de nuevo. La princesa no tenia lujos, no tenía joyas,no hacia fiestas ni banquetes, no tenía cortesanos, pero si tenia pretendientes que le escribieran textos, que le dijeran...la princesa eres tu.